Ninguna comunidad hablante ni ninguna variedad dialectal posee menos recursos que otra para expresarse. En todas ellas hay individuos capaces de elaborar textos con un léxico más o menos rico o con estructuras sintácticas más o menos complejas. Ello depende, fundamentalmente, del grado de instrucción de estos individuos, no de su variedad de habla. Es cierto que se escucha a menudo que determinada variedad de español es mejor que otras o que los hablantes de determinado lugar son los que mejor usan el español. Estas afirmaciones carecen de fundamento porque, en primer lugar, cada variedad de habla no es un todo homogéneo, sino que comprende un conjunto de normas (populares, cultas) que usan los hablantes de acuerdo con la situación en que se encuentren; en segundo lugar, en cada una de ellas hay normas cultas, más cercanas entre sí que lo que lo están las correspondientes normas populares entre ellas, que son igualmente válidas en aquellas situaciones más formales de habla.