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Planas de Poesía (Antología)

Por Yolanda Arencibia

Planas de Poesía pertenece al grupo de las excelentes revistas literarias españolas de la primera mitad del siglo XX. En Canarias abre el camino Castalia, en 1916, seguida de Hespérides (Tenerife, 1926), La Rosa de los Vientos (1927), Cartones (1930), o Gaceta de Arte (1932-1936).

Planas de poesía inició su publicación en 1949; en los años duros del franquismo, pues, y con inspiración intelectual muy diferente a la de sus precedentes tinerfeñas. Abonó sus raíces la intención social y el compromiso político; pero alentó sus pasos un compromiso sustancial con el arte en general, y especialmente con la poesía. Fue una iniciativa afortunada de los hermanos José María, Agustín y Manolo Millares Sall. Logrará difundir la poesía de compromiso en el ámbito hispánico.

La andadura de Planas de Poesía se inició el 1 de julio de 1949 y terminó el 31 de agosto de 1951. Entre esos dos años se publicaron 18 números. La revista conoció una segunda etapa en los años 70 de ese siglo XX, años en los que llegó a editar catorce números.

Contribuyó al nacimiento de Planas el clima de inquietud intelectual que vivió la capital grancanaria durante los primeros años de la posguerra, en el que participaron miembros de generaciones maduras junto a jóvenes veinteañeros de muy prometedor porvenir que tenían en las tertulias de café o rebotica o el entorno de El Museo Canario sus puntos de reunión. Tal clima comienza a dar a conocer los frutos de su quehacer en los breves cuadernos de la Colección para Treinta Bibliófilos (se publicó entre 1943 y 1945), creada y dirigida por el exquisito editor e impresor Juan Manuel Trujillo (1907- 1976), tras fijar éste su residencia en la Isla en 1941 y entablado relación inmediata con los intelectuales locales: Pedro Perdomo Acedo (1897-1977), Simón Benítez Padilla (1890-1976), Ventura Doreste (1923-1986), etc. La Colección citada abrió la vía de nuevas iniciativas literarias formadas por plaquettes de pocas páginas y formato pequeño; como Cuadernos de poesía y crítica (1946), o El Arca (1947), cuyo primer título reunió en Antología Cercada una breve muestra de las voces de los jóvenes poetas de aquella hora, con especial tono testimonial y crítico. Ya en 1949 apareció Los Dioscuros, que dirigía Ventura Doreste, una colección poética que publicó sólo dos volúmenes.

En ese mismo año de 1949 –dijimos– se inició la publicación de Planas de Poesía, como iniciativa de los hermanos Millares Sall.

Recordemos que los Millares se hallaban inmersos en una tradición familiar que había hecho de la cultura y del arte un ambiente, una forma de vida: desde el patriarca Agustín Millares Torres, historiador, escritor de prensa, músico, narrador, notario…; y sus descendientes directos Agustín y Luis Millares Cubas, narradores al alimón, recopiladores de voces propias, protectores del teatro y de las artes; los Millares Carlo, investigadores, poetas, escritores; y de ahí, los Millares Sall –que ahora nos interesan de modo especial– que mantenían, en torno al padre, Juan Millares Carlo, una atractiva tertulia en la casona familiar de la playa de Las Canteras.

Activó el motor de arranque de Planas la decisión de José M.ª y de su hermano Manolo de editar, por cuenta propia y con ilustraciones, el original y rompedor poemario del primero, Liverpool, que no acababa de ver la prometida luz en El Arca o en Los Dioscuros. Ambos hermanos prepararon la edición, eligieron un emblema que dibujó Manolo (una atractiva composición esquemática titulada Una familia, que signará las contracubiertas y el papel oficial de la futura colección), y proponen un elocuente título: «Punto y aparte». Incorporado al grupo de salida otro de los hermanos, el poeta Agustín, el título acabó siendo el de Planas de Poesía. Y fraguó entonces la intención de la revista de armonizar en sus páginas un proyecto artístico amplio y comprometido social, política y artísticamente con su tiempo, que aglutinaría a la joven generación de escritores con artistas de la última posguerra.

La lectura de los distintos números de Planas de Poesía ha de sorprender aún hoy al lector por la calidad del continente y del contenido, por la variedad de los temas y sus modos y por el acierto final de la conjugación de las modalidades artísticas que conjuga siempre en consonancia con sus objetivos de base. La mayoría de los números se dedican a poemarios y a ilustradores con nombre propio. Así: el n.º 1 y el 5: Liverpool y Ronda de Luces, respectivamente, ofrece sendos poemarios de José M.ª Millares con dibujos de su hermano Manolo, el gran pintor; el 2 aúna bajo el título general de De la ventana a la calle, el arte más característico del pintor Felo Monzón con la fuerza de seis poemas de Agustín Millares dedicados a otros tantos compañeros de la vida y la lucha; el 6, el 15 y el 16 están dedicados a los poemarios Ofensiva de primavera y Poema de la creación de Agustín (los dos primeros) y Manifestación de la Paz, de José M.ª (el 16), ilustrados todos por Alberto Manrique; el 12, recoge el poemario Los horizontes de Leopoldo de Luis, ilustrado igualmente por Alberto Manrique; el 14 ofrece Manantial de silencio, una bella ofrenda poética de Pino Betancor acompañado de dibujos de Elvireta Escobio; y en el 18 los dibujo de Jane Millares Sall con el poemario de José Luis Junco (Alba en el surco).

Pero no todo es poesía en los números de Planas…. El 13, bajo el titulo de El hombre de la pipa, forma un monográfíco dedicado a once retratos de Manolo Millares (en la cubierta, su autorretrato) con un breve ensayo crítico del madrileño Enrique Azcoaga que trata, precisamente, la faceta de dibujante del gran pintor. El 4 y el 8 se abren a la narrativa: el primero publica cuatro cuentos inéditos de Alonso Quesada, de Smoking Room, acompañados de dibujos, figurativos y abstractos, de Manolo Millares; y el 8 publica el relato de Jorge Campos Pasarse de bueno, con ilustraciones de Eduardo Vicente y de Manolo Millares. No faltan tampoco el teatro y la crítica entre los números monográficos de Planas… Así, se dedica la entrega 10 a la reproducción del poema dramático Llanura, de Alonso Quesada (que se había representado en 1919); y la 17, bajo el título general de Tema con variación sobre el arte, aborda una reflexión crítica de A. Hurtado de Mendoza, seguido del poemario Cauce natural de Agustín Millares (ciento trece versos organizados en estrofas de armoniosa diversidad), casi un manifestó sobre la responsabilidad del artista cuyos últimos versos condensan del siguiente modo: "Canta, en fin, lo que deba ser la vida/ Con naturalidad/ Tu vida misma/ La cosa más sencilla/ LA VERDAD".

Especial atractivo tienen los números “homenaje” que publicó Planas de poesía. A Federico Chopin con motivo de su centenario (1849-1949) se dedicó el 3 de la revista, que reúne originales variados: un texto ensayístico de Jorge Campos; una entrega poética de un grupo de poetas: Juan Millares Carlo, Pino Ojeda, José Mª y Agustín Millares Sall y José Luis Junco; una partitura musical de Juan Hidalgo sobre un texto de Góngora (“No son todos ruiseñores los que cantan entre las flores…”), y bellos dibujos alegóricos de Elvireta Escobio, Manolo Millares, Juan Ismael, Alberto Manrique, Vinicio Marcos y Felo Monzón.

A Cirilo Benítez Ayala, el amigo y compañero fallecido temprana y trágicamente, se dedica el número 7 de la revista, Elegía en bloque es su título, y se presenta con una bella cubierta de Manolo Millares cargada de referencias comunes envueltas en arte. “En bloque”, efectivamente se muestran en este número las voces doloridas del homenaje. Así, las citas de la solapa delantera, los Recortes biográficos de Aurina Rodríguez, las prosas de Rafael Roca y Alfonso Armas y las voces poéticas de Agustín y José M.ª Millares, Ventura Doreste, Pedro Lezcano, Juan Bravo, José Luis Junco y José Gallego Díaz que arropan un texto crítico del propio homenajeado (Sobre la poesía y su destino) en cuyo primer párrafo puede leerse una frase emblemática del sentir de la Revista: “Todo lo que quede en un individuo sin pasar de alguna forma a otro, será ilusión, locura, fantasía, pero no arte”.

Si todos los números de Planas… son de incuestionable atractivo y calidad, dos de ellos (el 9 y el 11) pueden considerarse “joyas” de la revista pues añaden la reproducción de textos desconocidos entonces de Federico García Lorca (aquellos que pasaron del propio poeta a Miguel Benítez Inglott, y de este a sus amigos de Planas…). Tal vez es el número 9, Crucifixión, el más conocido y celebrado de la Revista; por muchos motivos: los originales inéditos de Lorca que se reproducen (el poema que da título al número y las cartas cambiadas con Benítez Inglott) cuentan, sin duda, como atractivo principal; pero no le van a la zaga la magnífica alegoría lorquiana de Manolo Millares en la cubierta y la portada, la Notas explicativas e ilustrativas de Benítez Inglott, y los homenajes poéticos finales de Agustín y José M.ª.: “Yo tengo, Federico,/ la carretera/ que canta por el río/ tu vida entera/” reza el inicio de la serie de Seguidillas del segundo de los poetas, que acompaña a la Canción del propio Federico que la precede. El comienzo del poema de Agustín (Granada oscura, ocho cuartetos rotundos): “El pulso se me ha abierto como una herida oscura/ al borde de una alondra de recuerdos demente/”, puede dar idea del surrealismo doblemente testimonial de la composición.

Siguiendo con los homenajes, el número 11 de Planas… se dedica a Guy de Maupassant. En lo que podríamos llamar “primera parte”, la revista llama la atención por el retrato bellamente esquemático que, desde la cubierta, dedica al narrador francés Manolo Millares, las Breves notas biográficas que redacta su padre (Juan Millares Carlo) y el texto Unas palabras sobre la guerra del gran narrador francés traducido por el tío Agustín Millares Cubas; y en la última conmueve el homenaje poético (A Guy de Maupassant), connivente, de Pino Betancor (La luna se deshojaba/ sobre la movible superficie del Sena./ Las nubes rojas y los cielos oscuros/ pensaron de pronto/ que los trigos había dejado de sonreír/). Conjugándolo todo, es regalo añadido del número, la reproducción de un original del poema en prosa, Amantes asesinados por una perdiz. Homenaje a Guy de Maupassant de Federico y su transcripción, que, destacado en el centro del número, sorprende no sólo por su atractivo conceptual sino por el aspecto formal de la mezcla de mecanografía y autógrafo.

Apuntábamos arriba la atractiva singularidad de Planas de Poesía en cuanto a la calidad y variedad de los contenidos y las facetas artísticas que toca añadamos ahora como tema de reconocimiento el valor, el coraje y la vocación contra viento y marea que logró hacerla realidad. Porque en agosto del 1951 Planas de Poesía publicó su último número antes de llegar la suspensión por mandato gubernativo tras un registro nocturno en el domicilio de los hermanos Millares Sall y de Rafael Roca (octubre del mismo año) que acabó en encarcelamiento. Si en puertas quedaron cinco números que se proponían estar dedicados, por orden, a Agustín Espinosa, los hermanos Millares Cubas, Alonso Quesada y a la Crítica y los críticos, lo publicado deja constancia del valor referencial de la publicación y de su perennidad artística.

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