Alguna vez he oído a peninsulares afirmar que los canarios decimos muyayo en lugar de muchacho, pese a que no es cierto. ¿Por qué les parece que decimos eso cuando los canarios distinguimos perfectamente entre mayo y macho, por ejemplo?

La /ch/ y la /y/ son consonantes palatales, es decir, se articulan elevando el dorso de la lengua contra el paladar. Además, son africadas: tienen un momento oclusivo, de cierre del canal bucal, seguido de un momento fricativo o de estrechamiento de dicho canal, lo cual produce un ruido de fricción. La diferencia más notable entre estas dos consonantes es la sonoridad: al pronunciar la /y/ vibran las cuerdas vocales, y por tanto es sonora; en cambio, no vibran cuando se articula la /ch/, por lo que decimos que es sorda. Las consonantes del mismo orden, en este caso del orden palatal que estamos considerando, se suelen articular en el mismo punto del canal bucal. Ahora bien, la variedad castellana de la Península presenta una anomalía, ya que esto no ocurre: la /ch/ se articula prepalatal, es decir, elevando el predorso de la lengua contra la zona anterior del paladar y, en cambio, la /y/ se articula más retrasada, mediopalatal. La /ch/ y la /y/ canarias, por el contrario, se articulan en el mismo punto: son mediopalatales. Esto quiere decir que la /y/ castellana se articula en el mismo punto que la /ch/ canaria y, como esta por lo general se suele sonorizar en mayor o menor medida y su momento de fricción es relativamente corto, a un peninsular le resulta un sonido parecido al de su /y/. Ahora bien, un canario distingue perfectamente las dos consonantes, pues en palabras como chapa o yate, la /y/ se pronuncia menos tensa que la /ch/ y su momento fricativo es mucho más débil, casi imperceptible; y entre vocales, en palabras como macho y mayo, la /ch/, aunque se sonorice, sigue siendo oclusiva, mientras que la /y/ se realiza muy abierta casi como una /i/ semivocal. En su sistema cada consonante cumple su función distintiva a la perfección.
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